lunes, 19 de octubre de 2009
Una estrecha relación
De las noticias expuestas en la clase del miércoles encuentro una buenísima relación entre aquella que hablaba del aumento de las protestas en Buenos Aires (que yo mismo aporté) y el premio Nobel de economía de este año atribuido por primera vez en la historia a una mujer (compartido eso sí, con un hombre) por sus teorías sobre la gestión de recursos naturales de manera sostenible y como bien común, que le da un rostro humano a esta ciencia (parecía que las palabras sostenible y rentable eran un oxímoron para los economistas). Si en Argentina aumentan las protestas es porque el país, un día potencia mundial, está sumido en un caos del que parece no reponerse (las expectativas no son buenas ni a corto ni a largo plazo) y la población no asume su condición de “nuevos pobres” (algo lógico por cierto). Sin duda el FMI y la globalización han sido actores importantes en el descalabro económico de este país sudamericano (junto con, por supuesto, un sistema corrupto y unos dirigentes ineptos). El Neoliberalismo ha sido capaz de enriquecer a los más ricos, de dar el impulso a los llamados “emergentes” pero de hundir a otros como Argentina (si hace menos de un siglo se hablaba del sueño argentino como si del sueño americano fuese, ahora sería más bien una pesadilla). No hablemos ya de sus devastadores efectos en un tercer mundo cada vez más pobre y miserable. Parece ser que los análisis de Elinor Ostrom vienen a decir que la propiedad común puede ser bien gestionada sin necesidad de que la regulen las autoridades centrales o entes privados, lo que sin duda rompe con la idea de que el gobierno (ya sea estatal o mundial, como el FMI) o empresas privadas gestionan mejor los recursos comunes que los propios ciudadanos organizados. Argentina es un claro ejemplo de cómo las autoridades pueden hacer una penosa gestión y hundir un país. Habría que estudiar más minuciosamente si según lo dicho por la nueva premio Nobel las cosas podrían haberse hecho de un modo mejor (en Argentina o en cualquier otro estado). Sospecho sin embargo que poco va a cambiar el mundo porque esta mujer haya sido premiada, pero es un buen paso para que las nuevas generaciones de economistas no piensen tanto en la dicotomía propiedad pública (estatal) o propiedad privada puesto que se puede conseguir beneficios de manera sostenible fuera de estos actores.
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